viernes, 13 de julio de 2007

Abolir la familia

Por Carlos Esparza

“Abolir a la familia” es una frase tomada del Manifiesto Comunista de Karl Marx y Frederick Engels.

Hoy esta consigna se ha convertido en la principal agenda de la izquierda internacional en contubernio con el feminismo radical y con poderosas organizaciones que buscan controlar la población. Esta conspiración se está llevando a cabo muy sutilmente bajo un disfraz de los derechos humanos, de la igualdad de la mujer y de los derechos de los niños. La ideología feminista está basada en una nueva interpretación de los ideales de Marx. Se ha retomado la visión comunista de que toda la historia es una lucha de clases, pero lo que se está fomentando ahora es la lucha de clases entre los géneros “opresores y oprimidos”: El hombre contra la mujer. Y para ello será necesario imponer cambios y establecer nuevas leyes y medidas coercitivas a favor de los oprimidos (la mujer, se supone).

Ejemplos de esas medidas serían: aborto para las mujeres, niños libres de la tutela de sus padres, educación con “enfoque de género”, cuotas de género 50% en los gobiernos etc. Por medio de estos cambios se pretende destruir a la familia y “deconstuir” a la sociedad para que libre de clases y de conflictos emerja la “nueva utopía”. La unión entre el marxismo y la ideología de género ha quedado en evidencia en el libro “El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado” de Engels en el que se señala que: “El primer antagonismo de clases coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por la otra, con la del sexo femenino por el masculino.”


Las feministas coinciden plenamente con Marx y Engels en la concepción errada de que la familia es la fuente principal de opresión para la mujer y que la maternidad es una gran carga de la cual se le debe liberar. Marx declaraba que los medios de “producción y reproducción”, lenguaje que se quiere copiar ahora en leyes y políticas, deben ser arrebatados de las manos del opresor y ser restaurados al oprimido. Que el sistema de clases desaparecería cuando se eliminara la propiedad privada, la familia encabezada por un padre, cuando se estableciera el libertinaje sexual, se facilitara el divorcio unilateral, se aceptara la ilegitimidad, se le otorgaran a las mujeres derechos reproductivos que incluyeran el aborto, se colocaran a los niños en guarderías del estado libres de la autoridad de sus padres (educación para la ciudadanía).

Todo esto intentaron llevarlo a cabo las primeras dictaduras comunistas, pero se vieron forzados a retroceder en los ataques a la familia debido al repudio de la población y tuvieron que concentrarse en una falsa socialización industrial y económica.Las feministas radicales siempre han reclamado a los líderes comunistas que el fracaso del marxismo se debió a que no abolieron a la familia.





En su libro “La Dialéctica del Sexo”, la famosa feminista Shulamith Firestone expresa lo siguiente: “El colapso de la revolución comunista en Rusia se debió al fracaso en destruir a la familia, que es la verdadera causa de la opresión psicológica, económica y política. ‘Mamá’ es una institución sin la cual el sistema se destruiría. Entonces ‘Mamá’ debe ser destruida para ser sustituida por una ‘feminista comunista’ que acabaría con la explotación capitalista.”

Las feministas interpretan que el género implica clase y toda clase presupone desigualdad. Para eliminar esta desigualdad se han inventado una teoría que dice que el género, al contrario del sexo, no es definido biológicamente, sino que es una construcción social o cultural, es decir, que es aprendido y por la misma razón puede cambiarse. Esto quiere decir que una persona con sexo masculino puede adoptar a su antojo un género femenino y viceversa: hombres femeninos y mujeres masculinas. Se aprende a ser hombre o mujer, no se nace, tal como lo expresó la existencialista bisexual Simone de Beauvoir. Además, los ideólogos de género dicen que la atracción heterosexual también es aprendida y que el instinto materno no existe. Tristemente, muchos están apoyando hoy en día esta teoría sin detenerse a analizar que es un soberano disparate y que contiene una agenda antifamilia muy peligrosa.

Esta aberrante ideología se está infiltrando en el mundo entero. En muchos países subdesarrollados se está imponiendo la agenda de género por organismos internacionales izquierdistas, que promueven la práctica del aborto y de la homosexualidad para obtener la reducción de sus poblaciones. Estos organismos condicionan la ayuda financiera a los gobiernos y subvencionan con grandes sumas de dinero a las ONG feministas.En España, ya estamos observando cómo ha avanzado “el enfoque de género” y cómo se está atacando a la familia: El adoctrinamiento en género lo vemos en las políticas que ha emprendido el gobierno Zapatero en las cuales aparece el enfoque de género como eje transversal de toda la planificación política.

Pero lo más triste es que la oposición, el PP, tampoco parece dispuesta a cambiar el desorden establecido en España.

Stalin mató a Siete millones de Ucranianos

Por Juan Ramón Sánchez


Holodomor es una palabra compuesta de las ucranianas “holod”, hambre, y “moryty”, muerte entre sufrimientos. Cercano al de Holocausto, el término Holodomor (de reciente acuñación) hace referencia a la terrible hambruna soportada por el pueblo ucraniano por decisión de las autoridades soviéticas hace 75 años.

Ucrania, el llamado “granero de Europa”, conoció entre los años 1932 y 1933 la pérdida por hambre de 7 millones de personas, el 20% por ciento de su población. Para ponerle rostro humano a la tragedia baste señalar que, a finales del verano de 1933 y sólo en la región de Kiev, se registraron en torno a 300.000 niños huérfanos sin hogar; un mes más tarde dos tercios de estas criaturas (200.000) ya se dieron por muertas.

La muerte por inanición es una de las más espantosas que se puedan afrontar. Representa, a la vez, la prueba más palpable del carácter criminal del comunismo. Porque la orden de someter a la población civil ucraniana a una hambruna “artificial” partió de las tripas –malditas y bien repletas- del Kremlin. No es propaganda, sino una terrible verdad sacada a la luz por los historiadores y reconocida como tal por todos los países civilizados y las Naciones Unidas.

La plaga del hambre no se desató en Ucrania por sequías, inundaciones, incendios o cualquier otra causa natural. Se desató por odio. Según atestiguan los archivos oficiales de la época, en los momentos previos al terror Ucrania contaba unas enormes reservas de trigo que, por sí mismas, habrían paliado cualquier efecto que sobre la población hubiera sobrevenido por pérdida de las cosechas. Sin embargo, el Gobierno comunista ordenó la venta de esas reservas al exterior y prohibió cualquier intercambio comercial entre zonas rurales, lo que impedía en la práctica el abastecimiento de alimentos en las aldeas.



Las actuales autoridades ucranianas han desvelado que quienes contravinieron estas normas fueron castigados con 10 años de cárcel (que en la Rusia de la época equivalía a una muerte segura) y que se fusilaba sumariamente a aquellos que, por ejemplo, usaban el trigo para el pago de salarios. Todo ello en un entorno donde las gentes, famélicas, morían en las calles al diabólico ritmo de siete por minuto, mil por hora y veinticinco mil al día.

Fuera de la mentalidad comunista no hay razones que permitan entender, y aún menos justificar, esta atrocidad. Al parecer, Stalin sospechaba –no sin cierto motivo- que en Ucrania crecía una oposición real al régimen representada por una reivindicación de desarrollo de la producción agrícola con independencia de los planes del Estado. El tirano comenzó a ver en cada campesino, por extensión, un enemigo potencial de la Revolución. Dentro del pragmatismo socialista más ortodoxo decidió doblegar esta oposición aniquilando con perversidad a una cuarta parte de la población, y hacerlo con un sistema de eficacia probada para infundir un hondo, lento y perdurable terror en el pueblo, capaz de servir de ejemplo a otras regiones díscolas y poblaciones desobedientes.

A pesar de su extraordinaria crueldad, el caso ucraniano no fue más que un capítulo del terror comunista en el mundo, que los historiadores cifraron, en 1998, en unos cien millones de muertos acumulados a lo largo de su sanguinaria historia.

Por una Tercera República

Por Kazán

La Monarquía constituye en si misma la negación de la igualdad de los ciudadanos, y la incautación de una parte de la soberanía popular que debe legitimar al poder político en una democracia. Muchos monárquicos modernos critican a los monárquicos que sostienen que la Monarquía proviene de un poder divino. Pero lo cierto es que, aunque esto no sea así, si la Monarquía no posee un carisma especial, es difícil saber qué puede legitimarla. La desigualdad podría ser justificada por motivos estéticos. La estética es de suma importancia. El problema es que los monárquicos son hoy personas que quieren ser siervos a toda costa.

En 1978, la monarquía, heredera del régimen franquista, obtuvo refugio constitucional a cambio, entre otras cosas, de permitir la existencia oficial del cáncer separatista que empieza a propagarse: “el estado de las autonomías”. En palabras de Franco: "Por el amor que siento por nuestra patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz y que rodeéis al futuro Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón, del mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis, en todo momento, el mismo apoyo de colaboración que de vosotros he tenido."

Hoy, las “nacionalidades”, amparadas por el PSOE, reclaman su reconocimiento como “comunidades nacionales” con rango de “Estados”. Y no tardarán en hacer a la Corona una propuesta que creen, no podrá rechazar: su supervivencia en un contexto de “monarquía plurinacional”. Mientras tanto, el Partido Popular no sabe lo que hacer porque tampoco tiene un proyecto nacional, e intenta mantener una postura de si pero no, que no ayuda en nada al mantenimiento de la unidad nacional.

Pensamos que la constitución de una nueva república española es una exigencia vital para el destino de nuestra patria, en contra de la defensa del actual marco constitucional por parte del PP, y en clara oposición al proyecto separatista auspiciado desde el PSOE, de una confederación de clanes tribales creados a partir de una historia ficticia, que comenzó a suplantar a la verdadera con el traspaso de las competencias en educación a las comunidades autónomas.



Las últimas declaraciones, en muchas ocasiones “accidentales”, de Juan Carlos I, deberían dejarles claro a los muchos españoles que se aferran a la confianza de que la Corona contendrá el avance separatista, ejerciendo el papel de símbolo y unidad de España que le atribuye la vigente Constitución, ya no es creíble.

A estos españoles les pedimos que recuerden la inhibición de su majestad ante la violación de la jornada de reflexión presten atención a la frialdad con la que el Jefe del Estado asiste a los discursos en los que Zapatero declara que el concepto de nación española es discutible, a la vez que pacta con los asesinos de ETA y cede a sus chantajes y pretensiones – ETA vuelve a las instituciones como ANV -, mientras se elaboran estatutos de autonomía dirigidos a fracturar la unidad de España, a la persecución de la lengua española en Cataluña o Vascongadas, y a las políticas de traición como el abandono de los saharaui en manos de Marruecos o la condescendencia con Inglaterra sobre la soberanía de Gibraltar.

Defendemos la necesidad de una república social unitaria, dotada de instituciones que organicen a la Nación española como un todo indivisible - no nacionalista, sino universalista – y que articule España como una comunidad de ciudadanos de derecho iguales en los aspectos políticos, jurídicos y sociales, por encima de peculiaridades culturales que son las que hacen de España un país único en el mundo. Los mismos monárquicos dejarán de serlo cuando Leonor se case con un Sánchez y su hermanita con un Ramirez.

El colmo sería rendir pleitesía a la ilustre dinastía de los Pérez. La república que proponemos no se limita a la sustitución de un rey por un presidente, la república ("res pública": cosa pública) debe asentarse en una moral nacional asociada al convencimiento de la comunidad, en la justicia social entendida como afirmación de los intereses de la nación frente a todo interés individualista e insolidario, y como defensora de la igualdad ciudadana.

Islam, una amenaza

Por Kazán

No es un signo de intolerancia religiosa; yo diría si, tranquilamente, al budismo, al hinduismo, al taoísmo..., pero el Islam, eso es otra cosa.


Se trata de la única religión del mundo que pretende imponer, mediante la violencia, su fe al mundo entero. Ya sé que enseguida se responderá: ¡"Y el cristianismo también"! Pues bien, hay una diferencia fundamental. Cuando los cristianos actuaban de manera violenta y hacían conversiones mediante la fuerza, iban en sentido opuesto a lo dicho en la Biblia, y particularmente en los Evangelios.

Aquellos hacían lo contrario a lo establecido en los mandamientos de Cristo, mientras que cuando los musulmanes conquistan a través de la guerra a pueblos a los que imponen el Islam bajo pena de muerte, están obedeciendo el mandato de Mahoma. La "yihad" es la primera obligación del creyente, y el mundo entero debe entrar a formar parte de la comunidad islámica, por todos los medios.

Ya sé que se objetará: "Pero son sólo los integristas los que quieren esa guerra. "Desgraciadamente, en el curso de la compleja historia del Islam, han sido siempre los "integristas", es decir, los fieles a la doctrina del Corán, los que se han impuesto sobre las corrientes moderadas, sobre los místicos, sufís etc. Declarar con toda seriedad que en España la adhesión de algunos musulmanes al integrismo es el resultado de una crisis de identidad, supone una desastrosa interpretación.

¿El integrismo en Irán, en Siria, en Sudán, en Arabia Saudita, en Argelia, en Marruecos, es acaso una reacción a una crisis de identidad? No, el integrismo es tan sólo el despertar de la conciencia religiosa musulmana en hombres que son musulmanes pero que habían evolucionado hacia una cierta "tibieza".




Ahora, ese despertar feroz y ortodoxo es un fenómeno mundial. Hay que estar en la luna para creer que se podrá "integrar" a musulmanes pacíficos y sin afanes conquistadores, haría falta olvidar lo que es la condición remanente del sentimiento religioso. Habría que olvidar la referencia obligada al Corán, habría que olvidar que jamás para un musulmán el estado podría ser laico y la sociedad estar secularizada: es algo impensable. Y haría falta olvidar, finalmente, cómo se ha producido la expansión del Islam de los siglos VI al IX.


Un reciente estudio de los historiadores árabes de los siglos VII al IX, es sumamente instructivo al respecto: a través de él sabemos que el Islam se expandió en tres etapas por los países cristianos de África del Norte y del Imperio Bizantino. En una primera etapa se llevaba a cabo una infiltración pacífica de grupos árabes aislados, instalándose sin violencia, más adelante una especie de aclimatación religiosa: se hacía admitir pacíficamente la validez de la religión coránica.

Y lo que resulta aquí particularmente instructivo es que son los cristianos los que les abren los brazos al Islam, sobre la base del monoteísmo y de la religión del Libro; y, posteriormente, cuando la opinión pública está acostumbrada, entonces llegaban los ejércitos que instalaban el poder islámico e inmediatamente eliminaban las iglesias cristianas empleando la violencia para lograr las conversiones.


En España comenzamos a asistir a este proceso que ya se da en otros países europeos (Francia o Inglaterra son un buen ejemplo). Pero es soñar despierto presentar un programa de integración islámica en nuestra Nación, para conseguir una mejor integración de los musulmanes. Esto será, por el contrario, el comienzo de la integración de los españoles en el Islam.

Descartes y los cimientos del sistema actual

Por Carlos Esparza

Al "Pensador" francés René Descartes le debemos, los hombres y mujeres de este tiempo el dudoso mérito de haberse convertido en uno de los creadores de la visión del mundo actual, y por lo tanto de la forma de vida actual y del sistema de no-valores impuesto en las sociedades de consumo occidentales. Hablamos del siglo XVII, que lejos nos queda ya. Pero la realidad es, que aunque vivimos en el siglo XXI, la visión del mundo de Descartes sigue vigente a día de hoy.

La "obra" de Descartes se basa en tres conceptos principales:

I- La proclamación del ser humano como dueño y señor del mundo.

Por medio de la razón, racionalimo, el ser humano estaría destinado a someter a su antojo todo aquello que le rodea, es decir, la naturaleza y el mundo físico, incluidos la sociedad y los individuos que la forman, y su habitat natural, para utilizarlos a su antojo y en su propio beneficio. Esa es la base y justificación de la ideología técnica y científica.





II- La separación radical entre el universo físico y el universo espiritual.

La base filosófica utilizada para ello es la división de todo lo vivo en dos clases de realidad: Por un lado las cosas del espíritu, y por otro las cosas físicas, dando como resultado de la aplicación de dicha escisión, que lo sagrado, lo espiritual, en definitiva, lo intangible, lo no físico, sería algo por completo ajeno al hombre y quedaría apartado del ser humano. Por esa razón Carlos Marx consideraría a Descartes como el primer materialista.

III- El concepto "Pienso luego existo".

El único criterio válido para dictaminar sobre la existencia humana sería así la conciencia que el individuo tiene sobre sí mismo, su razón. Como consecuencia de ello, toda existencia no racional, es decir, lo místico, la Madre Tierra, o el propio conocimiento intuitivo que opera en el alma, quedarían catalogados en un nivel inferior y condenados a su utilización por parte del yo, mi, mío, de ese estúpido ego que todos llevamos dentro.

Con Descartes, pues, se crea la base para el imperio de la razón individual, una razón que se supone específicamente humana y por tanto compartida necesariamente por toda la especie humana. En conclusión, con Descartes se crean las bases del sistema actual: materialismo, individualismo, racionalismo y globalización o universalismo.